14 de octubre de 2014

Poesía después de la guerra... (III)

Jaime Gil de Biedma (1929-1990)
Uno de los poetas españoles más significativos de la denominada Generación del 50 comenzó en la poesía intimista y alcanzó su madurez con temáticas de tipo social. Sin embargo, Biedma no fue capaz de apreciarse y de disfrutar de sus propios logros como escritor, y permitió que sus problemas personales se apoderaran de toda su vida. Luego de una corta etapa de producción literaria, se alejó de las letras para recluirse en una espiral de depresión; durante sus últimas décadas, dio a conocer algunas poesías a través de revistas.

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Albada

Despiértate. La cama está más fría
y las sábanas sucias en el suelo.
Por los montantes de la galería
    llega el amanecer,
con su color de abrigo de entretiempo
    y liga de mujer.

Despiértate pensando vagamente
que el portero de noche os ha llamado.
Y escucha en el silencio: sucediéndose
hacia lo lejos, se oyen enronquecer
los tranvías que llevan al trabajo.
    Es el amanecer.

Irán amontonándose las flores
cortadas, en los puestos de las Ramblas,
y silbarán los pájaros cabrones-
desde los plátanos, mientras que ven volver
la negra humanidad que va a la cama
    después de amanecer.

Acuérdate del cuarto en que has dormido.
Entierra la cabeza en las almohadas,
sintiendo aún la irritación y el frío
    que da el amanecer
junto al cuerpo que tanto nos gustaba
    en la noche de ayer,

y piensa en que debieses levantarte.
Piensa en la casa todavía oscura
donde entrarás para cambiar de traje,
y en la oficina, con sueño que vencer,
y en muchas otras cosas que se anuncian
    desde el amanecer.

Aunque a tu lado escuches el susurro
de otra respiración. Aunque tú busques
el poco de calor entre sus muslos
medio dormido, que empieza a estremecer.
Aunque el amor no deje de ser dulce
    hecho al amanecer.

-Junto al cuerpo que anoche me gustaba
tanto desnudo, déjame que encienda
la luz para besarse cara a cara,
    en el amanecer.
Porque conozco el día que me espera,
    y no por el placer.
(De Moralidades)

Idilio en el Café

Ahora me pregunto si es que toda la vida
hemos estado aquí. Pongo, ahora mismo,
la mano ante los ojos -qué latido
de la sangre en los párpados- y el vello
inmenso se confunde, silencioso,
a la mirada. Pesan las pestañas.
No sé bien de qué hablo. ¿Quiénes son,
rostros vagos nadando como en un agua pálida,
éstos aquí sentados, con nosotros vivientes?
La tarde nos empuja a ciertos bares
o entre cansados hombres en pijama.
Ven. Salgamos fuera. La noche. Queda espacio
arriba, más arriba, mucho más que las luces
que iluminan a ráfagas tus ojos agrandados.
Queda también silencio entre nosotros,
silencio
y este beso igual que un largo túnel.
(De Compañeros de Viaje)

Happy Ending

Aunque la noche, conmigo,
          no la duermas ya,
sólo el azar nos dirá
          si es definitivo.

Que aunque el gusto nunca más
          vuelve a ser el mismo,
en la vida los olvidos
          no suelen durar.
(De Moralidades)

Peeping Tom

Ojos de solitario, muchachito atónito
que sorprendí mirándonos
en aquel pinarcillo, junto a la Facultad de Letras,
hace más de once años,

al ir a separarme,
todavía atontado de saliva y arena,
después de revolcarnos los dos medio vestidos,
felices como bestias.

Tu recuerdo, es curioso
con qué reconcentrada intensidad de símbolo,
va unido a aquella historia,
mi primera experiencia de amor correspondido.

A veces me pregunto qué habrá sido de ti.
Y si ahora en tus noches junto a un cuerpo
vuelve la vieja escena
y todavía espías nuestros besos.

Así me vuelve a mí desde el pasado,
como un grito inconexo,
la imagen de tus ojos. Expresión
de mi propio deseo.
(De Moralidades)

Pandémica y Celeste

Imagínate ahora que tú y yo
muy tarde ya en la noche
hablemos hombre a hombre, finalmente.
Imagínatelo,
en una de esas noches memorables
de rara comunión, con la botella
medio vacía, los ceniceros sucios,
y después de agotado el tema de la vida.
Que te voy a enseñar un corazón,
un corazón infiel,
desnudo de cintura para abajo,
hipócrita lector -mon semblable,-mon frère!

Porque no es la impaciencia del buscador de orgasmo
quien me tira del cuerpo a otros cuerpos
a ser posiblemente jóvenes:
yo persigo también el dulce amor,
el tierno amor para dormir al lado
y que alegre mi cama al despertarse,
cercano como un pájaro.
¡Si yo no puedo desnudarme nunca,
si jamás he podido entrar en unos brazos
sin sentir -aunque sea nada más que un momento-
igual deslumbramiento que a los veinte años !

Para saber de amor, para aprenderle,
haber estado solo es necesario.
Y es necesario en cuatrocientas noches
-con cuatrocientos cuerpos diferentes-
haber hecho el amor. Que sus misterios,
como dijo el poeta, son del alma,
pero un cuerpo es el libro en que se leen.

Y por eso me alegro de haberme revolcado
sobre la arena gruesa, los dos medio vestidos,
mientras buscaba ese tendón del hombro.
Me conmueve el recuerdo de tantas ocasiones...
Aquella carretera de montaña
y los bien empleados abrazos furtivos
y el instante indefenso, de pie, tras el frenazo,
pegados a la tapia, cegados por las luces.
O aquel atardecer cerca del río
desnudos y riéndonos, de yedra coronados.
O aquel portal en Roma -en vía del Babuino.
Y recuerdos de caras y ciudades
apenas conocidas, de cuerpos entrevistos,
de escaleras sin luz, de camarotes,
de bares, de pasajes desiertos, de prostíbulos,
y de infinitas casetas de baños,
de fosos de un castillo.
Recuerdos de vosotras, sobre todo,
oh noches en hoteles de una noche,
definitivas noches en pensiones sórdidas,
en cuartos recién fríos,
noches que devolvéis a vuestros huéspedes
un olvidado sabor a sí mismos!
La historia en cuerpo y alma, como una imagen rota,
de la langueur goûtée à ce mal d'être deux.
Sin despreciar
-alegres como fiesta entre semana-
las experiencias de promiscuidad.

Aunque sepa que nada me valdrían
trabajos de amor disperso
si no existiese el verdadero amor.
Mi amor,
íntegra imagen de mi vida,
sol de las noches mismas que le robo.

Su juventud, la mía,
-música de mi fondo-
sonríe aún en la imprecisa gracia
de cada cuerpo joven,
en cada encuentro anónimo,
iluminándolo. Dándole un alma.
Y no hay muslos hermosos
que no me hagan pensar en sus hermosos muslos
cuando nos conocimos, antes de ir a la cama.

Ni pasión de una noche de dormida
que pueda compararla
con la pasión que da el conocimiento,
los años de experiencia
de nuestro amor.
Porque en amor también
es importante el tiempo,
y dulce, de algún modo,
verificar con mano melancólica
su perceptible paso por un cuerpo
-mientras que basta un gesto familiar
en los labios,
o la ligera palpitación de un miembro,
para hacerme sentir la maravilla
de aquella gracia antigua,
fugaz como un reflejo.

Sobre su piel borrosa,
cuando pasen más años y al final estemos,
quiero aplastar los labios invocando
la imagen de su cuerpo
y de todos los cuerpos que una vez amé
aunque fuese un instante, deshechos por el tiempo.
Para pedir la fuerza de poder vivir
sin belleza, sin fuerza y sin deseo,
mientras seguimos juntos
hasta morir en paz, los dos,
como dicen que mueren los que han amado mucho.
(De Moralidades)

De Vita Beata

En un viejo país ineficiente,
algo así como España entre dos guerras
civiles, en un pueblo junto al mar,
poseer una casa y poca hacienda
y memoria ninguna. No leer,
no sufrir, no escribir, no pagar cuentas,
y vivir como un noble arruinado
entre las ruinas de mi inteligencia.
(De Poemas Póstumos)

No Volveré a Ser Joven

Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, era tan sólo
las dimensiones del teatro.

Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
(De Poemas Póstumos)


José Hierro (1922-2002)
La Guerra Civil ciertamente repercutió en su vida: cuando tenía 14 años, se vio obligado a abandonar sus estudios secundarios, y más tarde fue a la cárcel a raíz de su participación de un grupo de ayuda a los presos por causas políticas. Hierro es uno de los grandes nombres de la literatura española, y entre los premios que recibió a lo largo de su carrera se encuentra nada menos que el Cervantes. Su último libro de poemas, Cuaderno de Nueva York, es considerado por la crítica como una de las máximas obras de la poesía contemporánea.

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Lope, La Noche. Marta

He abierto la ventana. Entra sin hacer ruido
(afuera deja sus constelaciones).
«Buenas noches, Noche».
Pasa las páginas de sombra
en las que todo está ya escrito.
Viene a pedirme cuentas.

«Salí al rayar el alba ―digo―.
Lamía el sol las paredes leprosas.
Olía a vino, a miel, a jara».
(Deslumbrada por tanta claridad
ha entornado los ojos).
La llevan mis palabras por calles, ascuas, no lo sé:
oye la plata de las campanadas.
Ante la puerta de la iglesia
me callo, me detengo ―entraría conmigo
si yo no me callase, si no me detuviera―;
yo sé bien lo que quiere la Noche;
lo de todas las noches;
si no, por qué habría venido.

Ya mi memoria no es lo que era. En la misa del alba
no dije Agnus Dei qui tollis pecata mundi,
sino que dije Marta Dei (ella también es cordero de Dios
que quita mis pecados del mundo).
La noche no podría comprenderlo,
y qué decirle, y cómo, para que lo entendiese.

No me pregunta nada la Noche,
no me pregunta nada. Ella lo sabe todo
antes que yo lo diga, antes que yo lo sepa.
Ella ha oído esos versos
que se escupen de boca en boca, versos
de un malaleche del Andalucía
―al que otro malaleche de solar montañés
llamara «capellán del rey de bastos»―
en los que se hace mofa de mí y de Marta,
amor mío, resumen de todos mis amores:
Dicho me han por una carta
que es tu cómica persona
sobre los manteles, mona
y entre las sábanas, Marta.

Qué sabrá ese tahúr, ese amargado
lo que es amor.

La Noche trae entre los pliegues de su toga
un polvillo de música, como el del ala de la mariposa.
Una música hilada en la vihuela
del maestro del danzar, nuestro vecino.
En la cocina estará escuchando Marta;
danzará, mientras barre el suelo que no ve,
manchado de ceniza, de aroma, de trigo candeal,
de jazmines, de estrellas, de papeles rompidos.
Danza y barre Marta.

Pido a la Noche que se vaya. Hasta mañana, Noche.
Déjame que descanse. Cuando amanezca regaré el jardín,
saldré después a decir misa
―Deus meus, Deus meus, quare tristis est anima mea―,
luego volveré a casa, terminaré una epístola en tercetos,
escribiré unas hojas
de la comedia que encargaron unos representantes.
Que las cosas no marchan bien en el teatro,
y uno no puede dormirse en los laureles.

Hasta mañana, Noche.
Tengo que dar la cena a Marta,
asearla, peinarla (ella no vive ya en el mundo nuestro),
cuidar que no alborote mis papeles,
que no apuñale las paredes con mis plumas
―mis bien cortadas plumas―,
tengo que confesarla. «Padre, vivo en pecado»
(no sabe que el pecado es de los dos),
y dirá luego: «Lope, quiero morirme»
(y qué sucedería si yo muriese antes que ella).
Ego te absolvo.
Y luego, sosegada, le contaré, para dormirla,
aventuras de olas, de galeones, de arcabuces, de
rumbos marinos,
de lugares vividos y soñados: de lo que fue
y que no fue y que pudo ser mi vida.

Abre tus ojos verdes, Marta, que quiero oír el mar.
(De Agenda)


Pere Gimferrer (1945)
Con apenas 18 años de edad, publicó su primer poemario, titulado Mensaje del Tetrarca; ése fue el comienzo de un camino muy productivo y colmado de reconocimientos, tales como el Premio Nacional de las Letras Españolas, que debe esforzarse para hacerse ver entre las más de dos decenas de premios y honores. Cabe mencionar que su estilo goza de una originalidad destacable, que lo ha ubicado entre los poetas más auténticos de la posguerra.

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II
Debo de parecer un loco batiendo palmas solo
y cantando en alta voz en este cuarto de hotel.

Con un seco frenazo se ha detenido un coche fundido
en luz y resplendor de plata.

¡Sonrisas de Jean Harlow! El bungalow al alba y el mar centelleante.
Música por toda la olvidada estación del deseo.
Palmeras, giratoria luminosidad de la playa encendiéndose

sólo para estos ojos tras un cristal ahumado.
¡No me mires más, Némesis!

Ya conozco tus uñas pintadas de rojo, el óvalo
hechicero de tu cara, tu sonrisa pastosa y húmeda de nymphette,

estos vestidos negros, estas mallas, tus guantes hasta el codo, el encaje en los pechos,
esta espalda que vibra y palpita como una columna de mercurio.

Cuando amanezca me encontrarán muerto y llamarán a Charlie Chan.
El infierno y el paraíso están aquí. Descorro las cortinas, rasgo con mano temblorosa
su estampado de flores y pelícanos.

Tu cuerpo como un saurio luminoso y dorado en la bañera. Tus ojos me sonríen.
Mi alma es un muchacho que no se cansa de mirar los muelles.
El agua sordamente golpea el malecón. Oscura noche de motores y bajíos.
Un extranjero muerto en la terraza de un bar ante un vaso ambarino de kirsch.
Flores rojas y azules en su camisa de verano.

(De La Muerte en Beverly Hills)

Oda a Venecia ante el Mar de los Teatros

Las copas falsas, el veneno y la calavera

                                         de los teatros.                                                   

García Lorca

Tiene el mar su mecánica como el amor sus símbolos.
Con qué trajín se alza una cortina roja
o en esta embocadura de escenario vacío
suena un rumor de estatuas, hojas de lirio, alfanjes,
palomas que descienden y suavemente pósanse.
Componer con chalinas un ajedrez verdoso.
El moho en mi mejilla recuerda el tiempo ido
y una gota de plomo hierve en mi corazón.
Llevé la mano al pecho, y el reloj corrobora
la razón de las nubes y su velamen yerto.
Asciende una marea, rosas equilibristas
sobre el arco voltaico de la noche en Venecia
aquel año de mi adolescencia perdida,
mármol en la Dogana como observaba Pound
y la masa de un féretro en los densos canales.
Id más allá, muy lejos aún, hondo en la noche,
sobre el tapiz del Dux, sombras entretejidas,
príncipes o nereidas que el tiempo destruyó.
Qué pureza un desnudo o adolescente muerto
en las inmensas salas del recuerdo en penumbra.
¿Estuve aquí? ¿Habré de creer que éste he sido
y éste fue el sufrimiento que punzaba mi piel?
Qué frágil era entonces, y por qué. ¿Es más verdad,
copos que os diferís en el parque nevado,
el que hoy acoge así vuestro amor en el rostro
o aquel que allá en Venecia de belleza murió?
Las piedras vivas hablan de un recuerdo presente.
Como la vena insiste sus conductos de sangre,
va, viene y se remonta nuevamente al planeta
y así la vida expande en batán silencioso,
el pasado se afirma en mí a esta hora incierta.
Tanto he escrito, y entonces tanto escribí. No sé
si valía la pena o la vale. Tú, por quien
es más cierta mi vida, y vosotros, que oís
en mi verso otra esfera, sabréis su signo o arte.
Dilo, pues, o decidlo, y dulcemente acaso
mintáis a mi tristeza. Noche, noche en Venecia
va para cinco años, ¿cómo tan lejos? Soy
el que fui entonces, sé tensarme y ser herido
por lapura belleza como entonces, violín
que parte en dos el aire de una noche de estío
cuando el mundo no puede soportar su ansiedad
de ser bello. Lloraba yo, acodado al balcón
como en un mal poema romántico, y el aire
promovía disturbios de humo azul y alcanfor.
Bogaba en las alcobas, bajo el granito húmedo,
un arcángel o sauce o cisne o corcel de llama
que las potencias últimas enviaban a mi sueño.
                    Lloré, lloré, lloré.
¿Y cómo pudo ser tan hermoso y tan triste?
Agua y frío rubí, transparencia diabólica
grababan en mi carne un tatuaje de luz.
Helada noche, ardiente noche, noche mía
como si hoy la viviera! Es doloroso y dulce
haber dejado atrás la Venecia en que todos
para nuestro castigo fuimos adolescentes
y perseguirnos hoy por las salas vacías
en ronda de jinetes que disuelve un espejo
negando, con su doble, la realidad de este poema.
(De Arde el Mar)

5 comentarios:

  1. ME A GUSTADO MUCHO TODO SOBRE ESTOS POETAS ESPERO EN UN FUTURO NO MUY LEJANO QUE HAYAN MAS NUEVOS.

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  2. NO ME GUSTO PARA NADA TU BLOG. YO TE RECOMENDARIA MAS MODERNOS

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  3. Amanda Fernández Victorsson22 de mayo de 2018, 10:57

    Jaime Gil de Biedma fue uno de los poetas españoles más significativos de la denominada generación del 50. Nació en Barcelona en el año 1929 y falleció en 1990.El tema del poema es el amor perdido. El poeta todavía está enamorado de la joven y la echa de menos. Él quiere que ella vuelva, pero que sólo la suerte lo determinará. Dice que, aunque el amor que una vez existían ya no está. En el final dice que una relación terminada se arregla con otra relación. Me ha gustado porque lo expresa en una manera breve y simple. Amanda

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    Respuestas
    1. Desde luego, Gil de Biedma, ha sido para mí el autor que más me ha cautivado. Esto se debe a varias razones, la primera, su poesía intimista y como evolucionó a una poesía que se basaba más en aspectos sociales. Y la segunda su vida, una persona que se aísla del resto y produce obras a cuentagotas, le da un toque de misterio a su persona y hace de él una persona única y de sus obras selectas. Diego Ramírez

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  4. Desde luego, Gil de Biedma, ha sido para mí el autor que más me ha cautivado. Esto se debe a varias razones, la primera, su poesía intimista y como evolucionó a una poesía que se basaba más en aspectos sociales. Y la segunda su vida, una persona que se aísla del resto y produce obras a cuentagotas, le da un toque de misterio a su persona y hace de él una persona única y de sus obras selectas. Diego Ramírez

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