Los chicos se marchan...
Han sido seis años de conocernos, aceptarnos, trabajar juntos, descubrir cosas los unos de los otros, valores que se han adquirido, a los que se les ha dado su justa importancia, y que no olvidaremos, por mucho que pasen los años. O es lo que pretendemos...
Si me preguntas qué significa ser profesor, qué sentido tiene, cuál es la recompensa... Estos días son la respuesta, el momento en el que ellos se marchan, y te das cuenta de que te han dejado una huella que nada va a cambiar... Y, sobre todo, el momento en el que se muestran agradecidos de que hayas compartido con ellos todo lo que tienes dentro, les hayas guiado y ayudado a ser mejores personas. No sólo hablamos de esta materia o de aquella otra; hablamos de que la vida no es fácil, de que pueden venir tiempos difíciles, de que a veces las cosas no son como las planeaste con esa edad... Pero los niños son hombres ahora. Y ya se sienten capaces de seguir solos, con el empuje de los recuerdos que se llevan... Vosotros sois la respuesta. Todo lo que hemos compartido ya forma parte del mañana... Ojalá que así sea.
Buena suerte, muchachos, en el nuevo viaje. Aquí estamos para cuando os falten las fuerzas...
Con el ansia de creernos poderosos,
sabernos como príncipes de otra generación
más audaz, más espontánea,
con el mismo entusiasmo por las cosas triviales,
a saber: unas copas de ron,
aquella canción de Bowie flotando
en la oscuridad de nuestros pecados
mientras nos reíamos, todos, en
el patio de tu casa. Era casi verano.
Nuestros rostros reflejan el cansancio
de la otra noche, y de la noche anterior,
y de la noche anterior,
y de la noche anterior,
y de la noche anterior,
y de la noche anterior…
Escucha la canción de Bowie...
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